domingo, 15 de agosto de 2010

DE LAS ENTRAÑAS MISMAS DEL INFIERNO

De las entrañas mismas del infierno
la entristecida voz, surgió muy lenta,
era más bien un grito amortiguado,
tratando de salir hacia la tierra.

Era la voz clamando en el desierto,
la voz ahogada por dolor y penas,
la voz pidiendo, sin respuesta alguna,
poder mostrar un día su grandeza.

Poder subir al fin hasta los cielos
para charlar allí, con las estrellas,
para escuchar el sueño de la luna
y para ver pasar a los cometas.

Pero la voz se pierde en la distancia,
quedando solo palabras y entretelas,
palabras que ya son simples retales,
preguntas con ausencia de respuestas.

El hombre solitario se detiene
y mira más allá de la tristeza,
quizás buscando un poco su pasado,
quizás la fuente, con el agua fresca.

Porque la voz que viene de muy dentro,
es esa voz que emite la conciencia,
surgiendo entre las almas muy sensibles
que sufren los destierros y cadenas.

Por eso surge el grito entre los bancos,
el remo del bajel con la marea,
el látigo que baja a las espaldas,
la cara endurecida del que rema.

Más otra voz recoge estos lamentos,
es esa voz silente del poeta,
es el autor de versos y de vida,
por medio día a día, de sus letras.

Es esa voz que busca en el vacío,
cantos de amor, sin rosas ni promesas,
es esa voz que busca simplemente
la sangre palpitando por las venas.

La lava del volcán enardecido,
el beso tan ardiente que desea,
para dormir, al fin, eternamente,
en brazos de las algas y sirenas.

Rafael Sánchez Ortega ©
15/08/10

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