miércoles, 18 de agosto de 2010

UN DÍA DORMIRÉ YA PARA SIEMPRE

Un día dormiré ya para siempre
y sentiré el abrazo de la muerte,
entonces notaré la dulce brisa,
que llegue y que me roce la barbilla.

No quiero que las lágrimas resbalen
ni mojen las aceras de la calle,
tan solo quiero un pétalo de rosa,
un beso que me llegue de tu boca.

Entonces sentiré un escalofrío,
la chispa de saber que no estoy vivo,
y duermo en soledad en dulce lecho,
ajeno a los placeres y en silencio.

No importa que resuenen las campanas,
que lloren y que giman por mi alma,
ni importa los latidos que cesaron
del viejo corazón que se ha marchado.

Espero que hasta el fondo de la gruta
alcancen esos rayos de la luna,
alumbren los caminos y las sendas
que lleven a la paz de la pradera.

Quizás se pase lista de los nombres
y el mío esté perdido entre la noche,
guardado sin saber en un estuche
que espera ser astillas de la lumbre.

Entonces rodarán hasta mis ojos
las perlas de ese cielo tan vidrioso,
estrellas y cometas sin orgullo,
que llegan con su encanto y con su embrujo.

Quizás escriba un verso con un lápiz
la mano del poeta en el oasis,
y puede que se animen los jardines
y duerma entre sus lirios y alhelíes.

Rafael Sánchez Ortega ©
18/08/10

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