miércoles, 8 de febrero de 2012

ME HABLABAS DEL MAR ESTA MAÑANA...


Me hablabas del mar esta mañana
y al mar vuelvo, y llego a ti;
acudo hasta la costa y ensenada
de tus brazos y rescato a tus dedos
del silencio.


Noto el escalofrío de tus yemas
al rozarse con las mías y avanzo
en esa playa suave y deliciosa
que me lleva lentamente hasta
tus hombros y tu cuello.
Aprovecho para rozar tus labios
con mis labios y para robar de ellos
ese beso que despunta y que se asoma.


Luego la marea en su reflujo me acerca más
a ti,
más a tu seno hambriento
que reclama mis caricias y atenciones
mientras arranco un suspiro de tu pecho
y un escalofrío de tu alma.


Pero la marea continúa, en su reflujo,
y ese alto coeficiente se desliza
entre desiertos y colinas,
entre valles y campiñas que transpiran
y me llevan a la costa de tus ingles,
a ese centro de la playa
donde el mundo se convierte en epicentro
de la vida
y se pierden los sentidos.


Y es allí, precisamente, donde el sueño
se termina,
donde sobran las palabras,
donde el mundo se hace carne
entre el salitre y la saliva,
donde cambian las miradas su sentido
para siempre,
donde llegan y golpean grandes olas
a las rocas convirtiéndolas en granos
diminutos de una arena
que se escapa de los dedos.


Es al fin la bajamar, el gran consuelo,
quien rescata mis pasiones,
quien me arrastra hacia ese manto,
azul verdoso, que es mi lecho,
y allí me quedo, como el mar que soy,
dormido entre la nada de mis sueños.


Rafael Sánchez Ortega ©
08/02/12

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