miércoles, 29 de febrero de 2012

SE ESCUCHABAN LAS CIGARRAS...


Se escuchaban las cigarras
bajo la luna en septiembre.
Era un rumor tembloroso,
un susurro casi tenue,
un suspiro inacabado
en la noche de aquel viernes.

Las estrellas encantadas
escuchaban sin moverse
a la música sin nombre
de cigarras y claveles,
que los niños, como niños,
han soñado desde siempre.

Un hermoso cervatillo
ha bajado hasta la fuente,
que en la noche también canta
con el agua de la nieve,
de ese hielo de los montes
que resbala por sus sienes.

Hay un roble solitario
que en la noche se adormece,
y no escucha a las cigarras
ni a los cantos que le ofrecen,
y tampoco escucha al agua,
donde el cervatillo bebe.

Se escuchaban las cigarras
susurrando en el presente,
con su ritmo sostenido
como brisa del nordeste,
era un canto inacabado
que perdura y que no muere.

Yo escuchaba a las cigarras
junto al niño-adolescente,
y he soñado con sus sueños
por los campos siempre verdes,
y en la orilla de los ríos
entre sauces y laureles.

He escuchado a las cigarras
junto al viento del nordeste,
con los rayos de la luna
que besaban los cipreses,
y en la tierra y en el cielo,
y en la vida y en la muerte.

"...Se escuchaban las cigarras
y temblaban los rabeles,
y en los cuerpos de los hombres
se perlaban muchas frentes..."

¡cuántos sueños destrozados
en la noche de aquel viernes!

Rafael Sánchez Ortega ©
27/02/12

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