domingo, 19 de febrero de 2012

TENÍA EL CORAZÓN TAN AGOTADO...


Tenía el corazón tan agotado
que iba proclamando su agonía,
buscaba la posada con el lecho
y un poco de calor y de comida.

Arriba sollozaban las estrellas
en medio de la noche oscura y fría,
temblaban los luceros en lo alto
huyendo por el monte las ardillas.

Yo estaba ensimismado con mis sueños
y apenas de las sombras percibía,
más vi que se acercaba una persona,
sufriendo y, con dolor en sus mejillas.

Traté de sostenerla con mis manos
diciendo en un susurro que "tranquila",
y ella contestó con un suspiro
cayendo en un sopor que no entendía.

No sé cómo llegué hasta mi casa
ni cuánta la distancia recorrida,
más pude recostarla junto al fuego
tratando que volviera su sonrisa.

Afuera se escuchaban las lechuzas
en medio del silencio y las esquinas;
cantaban las cigarras en el campo
ajenas al abrazo de la brisa.

Pasaron muchos días, lo recuerdo,
y ella fue sanando de su herida,
también sus negros ojos y mirada
cobraron la ilusión y la alegría.

Un día me miró y nada dijo
entonces comprendí que ya se iba,
marchaba para el viaje sin retorno
en busca del camino de su vida.

Entonces yo lloré sin remediarlo
pues algo en mi interior se destruía,
el sueño y la esperanza vacilante
quedaron reducidos a cenizas.

Y ella se marchó tras las estrellas
curada del dolor, restablecida;
y atrás yo me quedaba, despidiendo,
aquel sueño de amor en mi retina.

"...Tenía el corazón tan agotado
por culpa de un amor que no existía,
que sólo con pensarlo me cansaba
haciendo más profunda aquella herida..."

Rafael Sánchez Ortega ©
19/02/12

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